lo mortal
el más hombre tiene que llorar como mujer.
son las palabra de mi abuela refiriéndose al fin
del mundo. empieza su discurso hablándome
de la nieve y de alguna manera intuye el fin
de la existencia. ella nunca ha visto la nieve.
(yo tampoco, sólo el hielo) sólo la conoce por
imágenes, por referencias personales; su expe-
riencia con el frío. así ella me dice, me predica
el fin, la llegada del señor de nuestros cielos,
los siete años de paz y el transcurso entonces,
consiguiente, de la vida sin vida, una vida sin
muerte donde intuye, una vez más, a sus noventa
y cinco años, sólo hay sufrimiento y hambre.
el fin está en sus palabras. el terror y el amor
conducen sus palabras. me pide que no me pierda,
que no me hunda con los demás en la desesperanza.
yo me alejo caminando, finjo alguna otra ocupación,
pero no puedo esconderme del ánimo de sus
palabras.
lo mortal
estas palabras no son mías ni son de nadie.
por eso dejo que se vayan.
que se olviden en el viento.
ellas mismas son el viento.
lo mortal
van altas y al aire las palabras,
eligen sus caminos, se sepultan
entre ellas mismas. hoy salgo
temprano a su encuentro, como
quien va a al mercado en busca
de ciertos tonos, de cierto color.
es de mañana, las ventanas de las
casas aun están empañadas. la
gente lleva la cara blanca todavía.
yo camino en búsqueda de algo,
de algún tono, de alguna palabra
que desate el nudo de mi cuello.
lo que se quedó atorado en el centro
de mi espalda. oír que alguien más
diga la palabra bosque, alarido,
vacío, blanco, lentitud, arcángeles
vigilando mi delirio, para ver su peso,
para sentirlo caer en el cuerpo
en su dimensión ajena. con su
claridad contundente, casi inhumana.
lo mortal
que el lenguaje hable es siempre la
encomienda. paul de mann hablaba
de la prosopopeya y del luto. yo pien-
so si el canto no es dejarlo ir. y si el
luto, la herida, no es lo que se queda
en la carne. la sensación de escribir
sólo se compara con un furor melan-
cólico. el pensamiento poético de balthus,
por ejemplo, está en sus cuadros por-
que hablan de la imposibilidad de
dialogar de su lenguaje. sus colores,
las imágenes que forman, se encierran
afuera de la ventana que su marco
vislumbra. su sentido geométrico
marca su naturaleza ausente. la pintu-
ra de balthus no está ahí. ahí sólo quedó
eso. la pintura de balthus son las
hojas caídas del árbol. el vuelo ya la
ha llevado lejos. no la encontramos
ni siquiera en su cabeza, en su corazón
de animal de silencio. la pintura no está;
a través de los colores vivimos la
experiencia de su luto.
lo mortal
desde niño aprendí a caminar por los
cipreses, a no temer a los instintos
que me acompañan cuando cruzo los
parques en busca del bosque. a no hacer
caso a las luces que se ven cuando se
sube a los montes. a respetar el hambre
de los otros. su necesidad de miedo y
soledad. a encontrar en el silencio el blanco
y el vacío. que es mejor pensar en una
página. que el peor lugar para pensar
es la cabeza. que me da miedo la muerte,
igual que a mi abuela. que la profundidad
del camino está dada por la necesidad
de perderse. que hay tribulación en el
acto de perderse. que el corazón se refugia
en frascos con formol. aprendí a correr
por encima de las bardas, a sepultarme
en los vuelcos de los autos, a nublar mi
vista ante la mirada de mis espejos, para
ir perdiendo el miedo de cuando tenga
que hundirme en los claros de los lagos.
lo mortal
con entusiasmo escribo estos versos.
procuro dejar a un lado los adornos,
pero no le temo a las palabras. me pa-
rece importante su forma conductora,
su forma invisible que taladra en la im-
aginación que se niega en occidente.
el edificio que se cimbra es el de la na-
da, diderot. que pesa por su ánimo de
gravedad y de alma. no son las iglesias
ni los gallos píos. es otro
la necesidad de fuga, de va-
cío inminente, de águilas devoradoras
de intestinos, permanentes, constantes,
que detienen lo que es o lo que sea, lo
que será, para que el blanco de la pági-
na permanezca, y en ocasiones, cuando
así sea posible, se pueda recibir a la poesía,
que no viene siempre que se le llama.
lo mortal (paráfrasis)
yo ya me voy a morir a los desiertos,
me voy del ejido. es la estrella marinera.
me dan ganas de llorar. no reconozco
a mi tierra, y nomás de pensar que dejé
un amor pendiente. yo no me consuelo
con los cigarros o con el aguardiente.
no sé por qué. en las mañanas, alzo el
rostro y miro de frente, lo saco de su no-
che y lo obligo a mantenerse alto, a re-
conocer el mundo. dejo que mi cuerpo
se vaya a caminar por las calles y que
a momentos se detenga en cualquier lu-
gar. mi carne se va convirtiendo en el pol-
vo que le alza las faldas a las mujeres
y entro en sus sexos a humedecer mi boca.
toda el agua, estrella marinera, se me aca-
ba en servir los vasos de aguardiente.
me acuerdo de mi voz a media calle y
canto para mí. pero ya no me consuela.
yo ya me voy, estrella marinera, qué ga-
nas de llorar.
lo mortal
vengo desde la muerte de un poema.
acabo de sepultarlo en una página.
quedará por siempre detenido. fijo
en las palabras que usó para sí mismo.
lobos de cobre aúllan en los filos de
las escalinatas. pero no por él. sólo
comparten el sentimiento, el luto,
pero el suyo es por sus propias voces
que dejan escapar en las fotografías.
los árboles observan el caer sin parar
de sus hojas. los viejos cuentan los
cabellos en sus almohadas. el silencio
no sabe nada de eso.
lo mortal
no puedo negar que no vamos a ninguna
parte. es esta suerte de arte que se eleva
y se encumbra en el pico de las águilas
del arte. las noches abiertas a la oscuridad
que no ofrecen ni conceden ningún tipo
de consuelo. madre arte estéril nos sostiene
en un aparato llano de caricias. el llanto
de los que buscan un arcángel no ha de
cesar aquí. que no exculpe nadie aquí
sus culpas. nadie ha de perdonar los in-
somnios ni las necesidades de nieve.
aquí nada se sostiene, más allá del alma
de las palabras, que el pensamiento de
nadie. los monólogos austeros de los muertos.
lo mortal
no morirá nadie a causa de este poema,
nadie sufrirá tampoco. el tiempo puede
pasar y será olvidado, como en cada mo-
mento. no sobrevivirá, es posible, ni siquie-
ra a este invierno. a este viento frío que
estremece a la carne. será más importante
comer bien para sentirse con fuerza en
las mañanas, salir temprano a la ciudad
para no ver a nadie en los caminos. mas
escribirlo es lo que es importante para mí.
este poema trata de eso, de su escritura.
del tiempo que tarda en ser escrito, de
su tiempo en mi vida. de su forma, pre
sagio del trotar en vilo del caballo.
lo mortal
el jinete cabalga hacia la muerte,
va rápido, hunde sus espuelas en
los flancos del animal que monta.
ambos tiemblan cuando escuhan
el crinar de alguno de los dos. su
camino se abre sin paraje alguno.
nada hay, nada espera. sólo el can-
sancio prometido en las faldas de
la muerte. el secarse continuo de
la espalda. el temblar de las piernas
ya vacías de líquido de vida. el bai-
le de la muerte encima del jinete es
el único camino. el rostro de la
muerte no es enjuto ni enlutado.
es de hambre, es lo único que en
su cara se distingue. el rostro del
jinete se alimenta de otra hambre.
ninguna de las dos se sacia porque
ninguna de las dos subsiste. el ani-
mal descansa de su camino ensimis
mado. gime. respira profundo,
siente sus ojeras y la resequedad
en su boca. el camino no tiene
final. el final de su búsqueda está
en otro lado. la muerte y su sueño
formal no está en nosotros.
2 comentarios:
todavía resta, todavía suma.
todavía por decir, las viejas palabras, que llegan desde allá.
desde el fondo...
Gostei muito desse post e seu blog é muito interessante, vou passar por aqui sempre =) Depois dá uma passada lá no meu site, que é sobre o CresceNet, espero que goste. O endereço dele é http://www.provedorcrescenet.com . Um abraço.
Publicar un comentario